miércoles, 1 de junio de 2011

FITA: "La aniquilación y el ostracismo del ‘sabio-guerrero’ en la cultura iberoamericana"

            He aquí un lobo adulto, el líder de una gran manada, el alfa macho. En su estado natural de libertad es regio, altivo, confiado; es fuerte, es sabio. La manada sobrevive gracias a sus atributos como líder; sabe organizar la caza, sabe mantener el orden. Lleva la responsabilidad del mando y los privilegios también: suyos son los cachorros, él es el primero en consumir de lo cazado. Aprendió su oficio de otro alfa, quizás su padre, y así se propagó una cadena de conocimiento, de sabiduría, desde los inicios de su especie hasta él, el presente. Su mirada impone, su presencia emana poder, confianza; demanda respeto, exige admiración. Captúrenle del bosque y traten de domarle, o incluso domesticarle: le encerrarán, le someterán a las más crueles de las torturas – que incluye privarle de su natural estado de libertad, de su identidad – pero domarle no es posible, mucho menos domesticarle. Jamás será un perrito faldero, no está en él. Le “nace” a la minima oportunidad, mientras que sus miembros respondan, huir en pos de su libertad; le surge que en la menor ocasión, por en cuanto sus dientes y mandíbulas sean capaces, luchar contra los agentes, vivos o inertes, de su cautiverio. Se le puede someter físicamente, se violentar su cuerpo, pero su espíritu siempre anhelará y gravitará a la libertad que es su derecho, que es su esencia, que es su ser.

Así es el auténtico sabio-guerrero: inquebrantable en espíritu, inagotable en voluntad; incesante en su afán de ser libre, libre en su afán de conocimiento; incansable en la búsqueda de la excelencia, de la auto-perfección; implacable en la realización de su misión. Como a Nelson Mandela, a Martín Lutero King o a Mahatma Gandhi, se le puede encarcelar en cuerpo pero en mente, en espíritu su esencia misma trasciende el dolor, el miedo, las cadenas, los guardias, los muros, y las vallas.

He aquí un lobezno, es decir, un cachorro de lobo; aun cuando le retiremos de la naturaleza, de la compañía de sus padres, de la guía y ejemplo que es para él el lobo alfa; aun cuando le privemos de la manada que completa su formación en calidad de lobo y que le inculca no solamente el conocimiento de la caza sino la disciplina y la jerarquía del mando, de la obediencia, del orden, aun así tampoco tendremos al final mejor suerte de la que tuvimos con el adulto de la especie a la hora de tratar de domarle, mucho menos de domesticarle. Cierto es que cuanto más pequeño y más joven le atrapemos más mostrará ciertas actitudes iniciales que nos alentarán en la fantasía de que algún día servirá de mascota fiel; pero llegadas ciertas etapas de madurez mental y física, el futuro de nuestro gozo, de nuestra ilusión caerá al fondo del pozo del proverbio, y la realidad se revelará como tal: sigue siendo un animal salvaje, libre de espíritu.

Claro está, que al privarle de la oportunidad crítica de saber lo que es, de completar el desarrollo de su identidad como especie libre, tampoco podremos devolverle a la naturaleza: perecerá desprovisto del conocimiento, de la práctica, de la sabiduría de cómo aplicar ese impulso biológico, propio de su condición de animal salvaje, hacia la libertad: sin el conocimiento y sin el entrenamiento de cómo ser un lobo no podrá sobrevivir. Pero una vez libre el cachorro buscará instintivamente a miembros de los suyos hasta que se encuentre en la compañía de un lobo adulto, de una manada que le acepte y que le encamine e inculque en el sendero de su especie. Así igual que ese lobezno es el pueblo inicialmente colonizado: vive perdido pero aún consciente de sus raíces; vive anhelando su identidad, añorando lo que les falta: la disciplina guerrera junto con la sabiduría cultural que le moldee a vivir de acuerdo a quién es. Ese pueblo aún sabría dar tributo, homenaje y respeto a aquel individuo que se les apareciera como su guía, como su maestro, y que, devolviéndoles su dignidad y razón de ser, les encaminara y disciplinara de acuerdo a quiénes son, a su identidad original.

Crucemos a generaciones de lobeznos capturados, progresivamente seleccionando a los más dóciles, a los más gentiles, desechando del acervo genético a los más agresivos y reacios. Con el transcurso de las generaciones acabaremos por último con una representación de la especie original que no solamente es domable, sino claramente domesticable. Nunca alcanzarán la madurez mental y emocional de un lobo adulto sino que se mantienen perpetuamente en una condición de cachorros, transfiriendo su dependencia en ese estado a sus amos humanos que reemplazan a sus padres de la manada ancestral. Faltos de un conocimiento de su identidad original, adoptan la identidad que sus captores y criadores les otorgue; son ya mascotas fieles, serviciales, totalmente subordinados y dependientes de los mismos seres que privaron a sus ancestros de su libertad, de su ser, de su identidad.

El resultado ya no es un lobo, ni tiene consciencia de, ni interés en serlo; pero tampoco es un humano, jamás lo será: son perros, ex-lobos despojados de su esencia lupina para convertirse en anexos humanos, en otros accesorios más de la civilización. Su alfa macho es el humano que lidera la familia; su manada es la familia misma. Ahora vive para servir a su amo. Y su enlace empático con, y su dependencia emocional del mismo es tal que vive solamente para agradarle, para sus caricias, aprobación y reconocimiento. Para convivir mejor con su familia humana se le disciplina a ser obediente, a venir cuando se le llama, a hacer trucos que resulten agradables, graciosos y entretenidos. A veces, en el mejor de los casos, desempeña una función con honor y dignidad como es el caso del perro policía o del perro lazarillo. Su comida ya no la aprende a cazar sino a buscarla en su cuenco; su existencia circula entorna a sus amos, es incompleto sin ellos. Camina ya no libre en pos de la gran caza, sino amarrado de una correa ceñida al yugo que es su collar. Es, con suerte, consentido y mimado, pero desprovisto de cualquier cosa que su ancestro llamaría “dignidad”. He aquí al perro doméstico, y he aquí el ser humano primer-mundista, el habitante “integrado” de este mundo “civilizado” creado, propiciado, y dominado por las potencias europeas, y su derivado angloamericano, desde el siglo XVI hasta el presente.

El ser humano “civilizado-integrado” es un profesional, un licenciado, un profesionista, un oficinista, un médico, un administrador, un deportista profesional, un artista de cine, un abogado, un policía, un militar, un banquero, un enfermero, un plomero o fontanero, un albañil, incluso un criminal – da igual cómo se gane la vida con tal de que encaje ordenadamente en el sistema socio-económico actual como consumidor – su misma humanidad se mide en términos de su demostrada capacidad de adquisición de bienes materiales: “tanto tienes, tanto vales”. El ser humano “civilizado-integrado” está múltiplemente esclavizado y enajenado de la naturaleza, de la humanidad, y de sí mismo mediante este sistema socio-económico iniciado y cultivado por el colonialismo europeo, y perpetuado y perfeccionado por el imperialismo corporativo transnacional estadounidense. Está enajenado de sí mismo puesto que desconoce su esencia, desconoce lo que es, lo que debe ser, y cómo transformarse. Este estado de enajenación personal le causa un gran vacío existencial por dentro, interior, que no sabe cómo rellenar y por consecuencia una angustia existencial que no sabe cómo abatir. Es precisamente este vacío existencial lo que la civilización y la colonización europea y el imperialismo transnacional corporativo han sabido mejor explotar y acrecentar.

De hecho, el proceso de la civilización occidental inculca al ser humano “civilizado-integrado” la idea, la necesidad, el impulso desesperado de buscar la solución a su angustia existencial por una parte en la aprobación de una deidad, y por otra en la gratificación inmediata, efímera mediante el consumo materialista de objetos innecesarios. Ambos recursos son externos a su persona, a su alcance directo e inmediato; ambos le esclavizan por dentro y por fuera. Ambas fuentes de su falso consuelo son externas a su poder personal, están deliberadamente, estratégicamente ubicadas por fuera de él, es decir, ni siquiera son soluciones a los cuales tuviera libre acceso aunque fuese el caso de ser verdaderas remedios a su dolencia – que por su puesto no lo son, sino todo lo contrario. La religión occidental y la corporación transnacional, como buenos traficantes de un narcótico psicológico-espiritual, inspiran un estado de adicción emocional con el cual esclavizan el cuerpo, colonizan la mente, y conquistan el espíritu de sus víctimas.  El ser humano “civilizado-integrado” está además enajenado del fruto de su trabajo –  “labor” lo denomina, palabra sinónima de “faena”, de “trastada”, de “mala pasada” –  en vez de encontrar en su obra, en su esfuerzo, cobijo, refugio, orgullo, complicidad, autorrealización. No obstante, el sistema ha inculcado en el “ciudadano-integrado” una necesidad de cumplir con su régimen de adquisiciones según el adagio de “lo tienes es lo que vales” en vez de “lo que eres es lo que vales,” y de acuerdo al lema “más es mejor” en vez de “mejor es más”.

            Sin embargo existe una condición canina por debajo de la del perrito faldero: he aquí el perro callejero. Naciera con amo o en la calle misma, el perro callejero es el anexo descastado, el accesorio desalojado de la civilización. Indeseado y abandonado, vagabundea por las calles enfermo, hambriento, descuidado, alimentándose de la basura, de los escombros. Es considerado la gran vergüenza, la gran alimaña, el gran símbolo de la suciedad, del despojo y de la decadencia de los centros urbanos; simultáneamente, para aquellos más sensibles, es el recuerdo inmediato de la crueldad y del egoísmo del ser humano y de la indiferencia que manifiesta con las especies de vida, incluso con aquellas que profanó en su esencia para satisfacer su propia necesidad o antojo.

Carente del espíritu y del conocimiento de su antepasado regio, y víctima de innumerables carencias y traumas, el perro callejero a pesar de ser técnicamente “libre” es incapaz de regresar a la nobleza de su punto de origen ancestral. Atrapado en un limbo existencial, a su vez tampoco es capaz de encajar fácilmente en un hogar en calidad de compañero doméstico, es decir, no sin la caridad y conocimiento de una mano experta que le entrene y discipline – suponiendo que tuviera la inmensa suerte de ser ofrecida dicha oportunidad. Desprovisto del conocimiento del orden, de la disciplina organizadora de la jerarquía de mando propia de la manada, el perro callejero no puede convertir su condición de desahucio en uno de libertad según el cuál tomaría la tremenda oportunidad de gozar de su liberación del yugo del collar, para regresar feliz y contento al estado de dignidad original de su noble ancestro “precivilizado” –  el lobo. He aquí el perro callejero; he aquí también el ciudadano tercermundista, el “ciudadano-desahuciado” del mundo civilizado.

Las poblaciones indígenas en particular, y los descendientes europeos colonizados de las Américas, de África, de Indonesia, y de Oceanía, etc. en general, fueron sometidas a un proceso análogo al de la domesticación del lobo, pero no precisamente con el objetivo de crear naciones de “ciudadanos integrados”, sino de todo lo contrario: de fomentar una masa de “ciudadanos-desahuciados” desorganizados, conformistas, ignorantes, incumplidos, irresponsables, etc., incapaces, al igual que el perro callejero, de beneficiarse de la condición de libertad que lograron como resultado de sus respectivos movimientos de independencia. El tercermundista, el “ciudadano-desahuciado”, al igual que el perro callejero, no puede ni retroceder a un estado de precolonización o de precivilización europea, ni tampoco posee las cualidades – el conocimiento, la cultura, la educación, el estatus socioeconómico, la disciplina, la autoconfianza, la motivación, etc. – para integrarse de pleno en – y competir con – el primer mundo. Es de notar que esta condición de “ciudadano-desahuciado” existe no solamente en los países tercermundistas, aunque ahí destacan por su porcentaje dominante de la población, sino también en el creciente margen socioeconómico fallido del, denominémoslo, “tercer mundo en el primer mundo” – las barriadas, los ghettos, los proyectos, etc., de Nueva York, de Los Ángeles, de Atlanta, de Chicago, de Paris, de Londres, etc.

Llamémoslos “Superpotencias”, “híperpotencias,” o simplemente “Imperios”, el resultado final es el mismo: una nación o pueblo más poderoso entra en una relación con otros con el fin de explotar sus recursos naturales y humanos. Debido a la desigualdad de poder – sobre todo militar y tecnológico – entre la “híperpotencia” y sus “socios”, la relación resultante conlleva una tremenda desigualdad de costos (sociales, culturales, naturales, etc.) por parte de los “socios” y de beneficios (económicos, estratégicos, etc.) a favor de la “superpotencia”. Esta desigualdad se extiende de tal grado que la relación se describe no en términos de una simbiosis de comparable beneficio mutual, sino de una explotación parasitaria en la que la superpotencia es un explotador de sus huéspedes, sobre todo de aquellos tercermundistas.

La relación de explotación, o al menos desigualdad de términos, entre clanes, pueblos, reinos, naciones, países es seguramente tan antigua como el concepto misma, pero la disparidad tecnológica y militar que mostraron los europeos con respecto al resto del mundo incluyendo y sobretodo los pueblos indígenas de África, Oceanía, y las Américas constituye una situación insólita en la historia mundial. Los resultados, que comenzaron en el siglo XVI con la expansión colonizadora europea y continua hasta el presente, han sido horrendos para estas poblaciones. Durante todo ese tiempo las fuerzas dominantes, ya sean del imperio, de la superpotencia, o de la híperpotencia, han tenido muchas oportunidades para perfeccionar sus estrategias de dominio y explotación. La explotación de un individuo o clase social o pueblo tiene niveles o fases. En la fase inicial los explotados aún saben lo que son; ésta es la fase más frustrante, arriesgada y menos productiva para el agente explotador: los dominados todavía saben que son lobos. Muchos recursos tienen que ser aplicados en evitar sublevaciones, sabotajes, motines, insurgencias, etc. El lobo alfa – el sabio-guerrero – no cede su libertad voluntariamente y sin una lucha feroz.

El nivel de explotación ideal, es decir, el último, requiere de una esclavización mental-espiritual del pueblo. En ese nivel la fuerza colonizadora ha logrado que la clase o el pueblo avasallado no solamente no se dé cuenta de su situación, sino que por lo contrario, esté o completamente indiferente a su estado, o convencido de que es tanto o más libre que sus ancestros, de esa forma participa plenamente en su propia explotación. Ese es el estado actual de la América Latina.

El viernes pasado, día 27 de mayo, 2011, durante el seminario de FITA y con el motivo del análisis del discurso de despedida del ex-presidente de los EE.UU. Dwight D. Eisenhower, acabé improvisando un breve seminario sobre la historia de la “Guerra Fría”, sobre la estrategia político-militar-económica del “Detente”, sobre el significado del neologismo “complejo industrial-militar” propiciado por Eisenhower durante ese mismo discurso, y sobre los efectos de la política exterior antisocialista y anticomunista estadounidense en el mundo iberoamericano. Estos efectos se expresaron de muchas formas y en numerosos ámbitos de las culturas de la América Latina: en la política, en la sociedad, en la economía, en la educación, en los valores materialistas, en la identidad individual y nacional, pero de ninguna forma más directa y más obvia que en la programación ideológica, cultural, y social anti-intelectualista que apoyara su política pro-fascista y anti-izquierdista. 

La civilización occidental, cuyos orígenes intelectuales parten del “gnothi seauton”, del “conócete”, del impulso de hallar respuesta al imperativo de “sabe qué eres” – ha entendido, aunque fuese inconscientemente, que a la hora de someter, dominar, colonizar a un pueblo – propio o ajeno – es de máxima prioridad extirpar, aniquilar, anonadar el mero impulso y la curiosidad de la búsqueda de la identidad y de la curiosidad intelectual en el mismo. Son precisamente esas dos corrientes filosóficas las que son el origen y la base de la ventaja intelectual europea convertida en la superioridad tecnológica-militar que permitió a sus naciones constituyentes, y a su derivado angloamericano, repartirse y someter al mundo. Como dijo Stalin: “Las ideas son más poderosas que las armas. No permitimos a nuestros enemigos armas. ¿Por qué les iríamos a permitir ideas?

EE.UU. durante y desde la Guerra Fría siguió una estrategia dirigida a proteger sus intereses nacionales en Latinoamérica contra la “amenaza Roja” del comunismo y del socialismo chino y soviético. Aparte de la protección de sus fronteras contra la amenaza de una temida invasión soviética, EE.UU., un imperio capitalista, se empeñó en proteger los intereses de las compañías transnacionales americanas operando desde Tijuana hasta Tierra del Fuego. Para resguardar estos intereses era preciso continuar y acrecentar el estado de mansedumbre e ignorancia que España y Portugal establecieron entre las masas latinoamericanas. Efectivamente, no hay que peder de vista que Iberoamérica ya había sido conquistada durante siglos y que el efecto de los EE.UU., en realidad, viene a ser solamente una extensión y continuación de la política colonizadora de las antiguas superpotencias Ibéricas.

¿Pero qué fue lo que más afectó a estos pueblos, a estas naciones, a estas comunidades, a estas familias que ocasionó que sus integrantes quedaran reducidos durante el proceso de colonización a ese estado de “ciudadano-desahuciado” de la comunidad mundial? ¿La pérdida de su idioma? No exactamente; los judíos en su mayoría ya no hablan hebreo fuera de Israel, pero siguen siendo la minoría étnica más exitosa de la historia. ¿La pérdida de sus creencias religiosas originales? No del todo; la implantación de las religiones occidentales monoteístas definitivamente ejerció un papel, y un papel fundamental en la conquista y subyugación espiritual de la población, pero la pérdida misma de sus creencias aborígenes no – de hecho nos vendría de maravilla una buena oleada de ateismo en mundo iberoamericano y en todo el tercermundista en general. ¿La pérdida de su alimentación, de su recetario de cocina? No, eso no. ¿El cambio de usanza indumentaria, la mudanza de sus vestimentas tradicionales? No, en absoluto. ¿La pérdida de sus danzas y costumbres rituales? No, claro que no. ¿De su calendario de festividades? Tampoco. Todas esas pérdidas al fin y al cabo son cambios normales que una cultura sometida experimenta durante el proceso de transformación bajo el dominio de una cultura superior: la Galia, la Germania, Hispania, bajo los romanos, por ejemplo. España bajo los Musulmanes, por citar otro. No, fue algo más lo que perdieron durante la colonización. Perdieron un factor mucho más decisivo, mucho más determinante que la religión, el idioma, la dieta, las celebraciones festivas, la vestimenta, etc. Perdieron, por diseño y estrategia, la presencia y la vigencia de la figura del sabio-guerrero, lo que en MAMBA-RYU venimos a llamar el Sennin. Una poesía náhuatl, que incluyo abajo en su transliteración original seguido de una traducción y comentario, describe la función del Sennin, del Tlamatini, con increíble precisión y elocuencia:

Tlamatini: El Sabio Náhuatl
In tlamatini
El que sabe

In tlamatini: tlavilli ocutl, tomavac ocutl hapocyo;
El que sabe: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahuma – que no causa humo, que no confunde las cosas, sino que las esclarece.

tezcatl coyavac, tezcatl necuc xapo;
Un espejo horadado, un espejo agujereado por ambos lados.

tlile, tlapale, amuxva, amoxe.
Suya es la tinta negra y roja, de él son los códices, de él son los libros de pinturas. (El posee el conocimiento más sagrado sobre la identidad del pueblo.)

Tlilli, tlapalli.
Él mismo es escritura y sabiduría.

Hutli, teyacanqui, tlanelo;
Es camino, guía veraz para otros.

tevicani, tlavicani, tlayacanqui.
Conduce a las personas y a las cosas, es guía en los negocios, asuntos, humanos.

In qualli tlamatini, ticiti, piale,
El sabio verdadero es cuidadoso (como un médico) y guarda la tradición.

machize, temachtli, temachiloni, neltocani.
Suya es la sabiduría trasmitida, él es quién la enseña, sigue la verdad

Neltiliztli temachtiani, tenonotzani;
Maestro de la verdad, no deja de amonestar - de regañar, de reñir, de reprender, de corregir, de sermonear

teixtlamachtiani, teixcuitiani, teixtomani;
Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una personalidad, una identidad), los hace desarrollarla.

tenacaztlapoani, tetlaviliani,
Les abre los oídos, los ilumina.

teyacayani, tehutequiani,
Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende.

itech pipilcotiuh.
Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos;

Tetezcaviani, teyolcuitiani, neticiviloni, neixcuitiloni.
Hace que en ellos aparezca una cara (una personalidad, una identidad).

Tlavica, tlahutlatoctia, tlatlalia, tlatecpana
Se fija en las cosas, regula su camino (de ellas), dispone y ordena – (impone orden, comanda.)

Cemanavactlavia,
Aplica su luz sobre el mundo – enseña, ilumina, adiestra.

topan, mictlan quimati.
Conoce lo (que está) sobre (por encima de) nosotros (y), la región de los muertos.

Haquehquelti, haxihxicti,
El sabio (Es el hombre serio).

itech nechicavalo, itech nenetzahtzililo, temachilo,
Cualquiera es confortado por él, es corregido, es enseñado.

itech netlacaneco, itech netlaquauhtlamacho,
Gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza.

tlayolpachivitia, tepachivitia,  tlapalevia, ticiti, tepatia.
Conforta el corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos cura.

Lo que estos pueblos, países, naciones, comunidades, y familias, habitados y repletos de “ciudadanos-desahuciados” han perdido de su consciencia presente e histórica es cualquier vestigio del arquetipo del sabio-guerrero, de aquél individuo, o género de individuos, capacitado para forjar una identidad nacional y personal de competitividad, de dignidad, de emprendimiento, de disciplina. Una identidad que abarcara con orgullo los logros ancestrales de generaciones pasadas – de todas sus raíces culturales – con vistas a la creación de un patrimonio nacional de honor y no de corrupción, de disciplina pero no de violencia, de compasión pero no de consentimiento surgiría de las cenizas coloniales como lo hizo Japón de su derrota durante la segunda guerra mundial. La eliminación del arquetipo del sabio-guerrero de la geografía mental, cultural, política, social e histórica del tercer mundo por parte de las fuerzas colonizadoras ha sido por decreto, por diseño y por estrategia, y ha sido un tremendo éxito. No es una pérdida de la cuál se recupere un pueblo, una nación, una cultura, una sociedad con facilidad.

El sabio-guerrero, representado por el dragón en ciertas culturas orientales, constituye en único individuo capaz de concienciar a una nación en cuanto a sus raíces y orígenes, el único capaz de educarles, de organizarles y de adiestrarles de acuerdo a los dictámenes de su identidad y encaminarles hacia su propia libertad:

“Es durante las grandes crisis cuando los hombres demuestran su verdadero metal. Muchos, demasiados, ante las primeras amenazas de tormenta se desentienden del mundo y se escabullen como viles alimañas a la oscuridad de sus madrigueras y escondrijos. Otros, los legionarios del cambio, esperan atentos al llamado de generales y profetas que los guíen e inspiren en la misión redentora. Y aún otros, enfrentados con la tempestad que amenaza nuestra destrucción, impulsados por el fuego de una gran pasión por la rectitud y el amor al prójimo, extienden sus alas contra el vendaval y se comprometen, hasta con su último aliento, a nuestra protección. Éstos han sido, y siempre serán, los dragones guardianes de nuestra sociedad.”

Shodai J. Alejandro Overton-Guerra

            El sabio-guerrero resulta siempre el máximo impedimento para la explotación de los recursos naturales y humanos de un país y por lo tanto resulta el primer individuo identificado, acosado y eliminado. Y en el proceso de la colonización misma, que siempre incluye una reprogramación cultural, mental y social del pueblo colonizado, la figura del sabio-guerrero es condenado al ostracismo y al exilio. El pueblo, la cultura, la nación, el país, la comunidad, la familia resultante, sin sus dragones guardianes, sin sus sabios-guerreros, queda reducida a la calidad de “viles alimañas” y después de generaciones los “legionarios del cambio” vienen a ser una reliquia del pasado. De hecho, lo que va quedando es una masa ignorante, apática, y soberbia, una plaga de “negativistas desafiantes”, de perros callejeros, resistentes a cualquier cambio que requiera orden, obediencia, esfuerzo, educación. Desafiantes ante cualquier disciplina libertadora, rechazadores de cualquier forma de sabiduría, lo único que las masas tercermundistas anhelan, lo único que desean es alcanzar el estatus de “ciudadanos-integrados”, de perros domésticos – estatus al que el primer mundo nunca les permitirá alcanzar – para permanecer siempre sirvientes fieles y dedicados de sus amos colonizadores.

SHODAI J,A. OVERTON-GUERRA

miércoles, 25 de mayo de 2011

Un llamado a los pueblos de las Américas.


La descaradamente humillante ficción que es la democracia en los países del hemisferio Americano, desde el Canadá hasta Chile y la Argentina, e incluyendo a los EE.UU. mismo, es una farsa satírica, un sainete, un culto a lo absurdo y a la injusticia, y un crimen contra la humanidad que solamente se mantiene en vigor gracias al instituido régimen de ignorancia programada e impuesta sobre todos los pueblos constituyentes de las Américas.

Cuando, como sucede hoy, los sistemas educativos primarios, secundarios y preuniversitarios son deliberadamente desprovistos de cualquier sustancia que contrarreste el afán de la ociosidad y el despilfarro del tiempo, la superficialidad y el banalismo,  y el consumo desmedido necesario para participar en el vicio del materialismo capitalista que administran las mentes de nuestros jóvenes…

Cuando, como sucede hoy, las universidades ya no cumplen con su función designada de fomentar libres pensadores, críticos sociales, filósofos humanistas, grandes escritores, o diseñadores de nuevos patrones de vida, de sociedad, o de pensamiento para el beneficio de la humanidad, sino todo lo contrario, sirviendo apenas como colegios técnicos para el cultivo de profesionistas y profesionales egresados para encajar como otro engranaje narcotizado más en la maquina del complejo corporativo transnacional…

Cuando, como sucede hoy, los políticos, operando en terreno sacrosanto del presunto modelo de “gobierno democrático”, bajo mandato del electorado, y supuestamente impartiendo leyes y reglamentos y asignando recursos nacionales para el mayor beneficio del pueblo, suplantan con total descaro los “intereses” del pueblo con los suyos personales y el “mandato del pueblo” con los designios de corporaciones transnacionales…

Cuando, como sucede hoy, la empresa corporativa transnacional, entidad por naturaleza amoral y explotadora de humanidades y de naturaleza, es el protagonista primordial en el teatro de la sociedad, de la cultura, y de la política, y de la economía…

Cuando, como sucede hoy, la ley y la justicia son una ración que se dispensa y se aplica en medida y de acuerdo a los recursos económicos de quiénes la precisan, o de acuerdo a los perjuicios, y beneficios, personales de una casta impune de magistrados y jueces…

Cuando, como sucede hoy, la comunidad periodística, originalmente encomendada con el cargo sagrado de investigar y difundir los hechos con objetividad imparcial para informar a un pueblo para que ejerza la fuerza de su voto con raciocinio e inteligencia, se ha convertido en un conspirador más del gobierno y en otro traficante más de un producto estupefaciente…

Entonces, como sucede hoy, no hay libertad, no hay justicia, no hay ley, no hay visión, no hay esperanza, y no hay democracia y el pueblo vive un encarcelamiento espiritual, físico, y mental, causa y efecto del actual Sistema Social-Político-Económico Global.

Entonces, tal y como sucede hoy, al pueblo no queda más remedio que valerse de la única arma que irrevocablemente cambiara el estatus quo: la educación correcta sobre los Temas de Actualidad, y de organizarse formando un Frente de Inteligencia contra los agentes que le embrutecen y explotan.

Un pueblo inteligente e informado es un pueblo liberado.

SHODAI J. A. OVERTON-GUERRA, 25 de mayo de 2011

jueves, 13 de enero de 2011

Bienvenidos...

MARTÍN LUTERO KING, JR.: UN TRIBUTO MUY PERSONAL –  Primera Parte.
por Shodai J. A. Overton-Guerra.

            Es una noche cualquiera durante el invierno de 1980; el lugar, un apartamento en la séptima planta de un edificio. Un joven de 16 años está presente en una fiesta a la que le han invitado. No fuma, no bebe, no toma drogas; es la excepción que confirma la regla entre los jóvenes de su edad. La conversación entre el grupo, no terriblemente estimulante para comenzar, comienza a degenerarse con la llegada de más y más personas ajenas al círculo original, conforme fluye el alcohol, y conforme la atmósfera del piso queda más y más congestionada por el humo del hachís.
            Poco a poco se forma una nube insoportablemente intoxicante, que junto con el alcohol consumido y algunas pastillas no identificadas, se apodera de la consciencia de todos los presentes, de todos menos de uno. El joven, rechazando oferta tras oferta de bebidas, de cigarrillos, y de comprimidos, se desplaza a una ventana no lejos de la puerta de salida, reposando en solitario sobre la repisa interior y con la ventana abierta el frío y el aire fresco que entran le ayudan a despejar la cabeza. Conoce a todos los presentes pero se pregunta que qué hace ahí, que por qué no se va. Se acuerda: no tiene dinero para jugar al billar, no quiere estar en su casa, y hace demasiado frío para pasarse otra noche paseando solo por las calles; decide hacer lo mejor de la situación y sin tratar de encajar, simplemente se pone a observar y estudiar la conducta de sus amigos y compañeros. Los analiza desde afuera, como si fueran sujetos en un estudio psicosocial. Desde su posición puede observar la conducta individual y las interacciones; cómo el alcohol y la droga hace sus efectos; cómo la jerarquía se mantiene en el grupo con gestos y maniobras agresivas y sumisas; cómo todos tratan en su intento de encajar, de superar su estado de enajenación, aumentan su consumo de estupefacientes; le fascina ser la única persona ebria presente, como ser el único cuerdo en un manicomio reparaba.

            De pronto una voz de entre el grupo se queja de la ventana abierta, no del frío sino de la fuga del ‘ambiente’ que se escapa a la intemperie. El joven la descarta, esperando que el autor de la voz se distrajera de nuevo en su hachís o marihuana. De pronto la voz individual se convierte en un griterío que le exige, que le ordena, y que le falta el respeto. El joven, que de hecho estaba ya a punto de irse hace unos momentos entiende la psicología de la situación, de su situación. Varios ya se han levantado para retarle a cerrar la ventana. Se da cuenta de que se quedó demasiado tiempo y que por unos pocos minutos perdió la oportunidad de salir sin conflicto; ahora, con el enfrentamiento encima no tiene más remedio que responder. Se forma un círculo más cerrado, más denso, encolerizadamente exigiéndole que cierre la ventana. Lo que antes era un grupo de ebrios y narcotizados indolentes se ha convertido en una pequeña muchedumbre desafiante violenta, retando al alfa en la jerarquía; la explosión emocional tardó solamente unos segundos y el joven se maldice por no haber detectado la transformación antes del hecho cuando el conflicto se podría haber evitado.  Alguien, desde lo más hondo de su estupor, sugiere que cierren la ventana a la fuerza pero no antes de echarle a él por ella; otros empiezan a envalentonarse y comienzan a cruzar lo que el ya decidió que era su ‘círculo de seguridad.’ De pronto se levanta de su asiento en la cornisa, y en la forma tan característica que le ha ganado una reputación, anuncia: “Antes de mi van tres; conmigo van otros tres, y después me da igual. Así que a vosotros sólo os toca decidir quiénes van a ser los primero tres. ¡Y mientras, la ventana se queda abierta!” Con lo que abre la ventana ya de par en par. El aire frío le pega a él primero pero no lo siente. Una larga pausa domina el apartamento durante la cual sólo se oye el “Piano Man” de Billy Joel en el fondo; mientras, el joven sondea las caras presentes, estudiando las reacciones por el menor indicio de agresión que castigaría sin piedad alguna. Todos quietos. Entre el grupo está un ex-alumno suyo de karate, de hecho el dueño del apartamento y el único con la autoridad de exigir que se cerrara la ventana, pero permanece mudo durante toda la situación. Todos saben perfectamente de lo que el joven es capaz; todos saben que no bromea, que no se trata de un farol; todos saben cuál es el precio si de verdad quieren la ventana cerrada: tres que irán antes, y tres con él. Los segundos críticos de detonación de la situación pasan y el joven, en exclamación desafiante, despide al grupo diciendo: “¡Creía!” Una carcajada nerviosa responde al desafío y reconociendo el cese de hostilidades potenciales, hay una admisión que lo resume todo, “Ese siempre es el problema, nadie quiere ser de los tres primeros”.  Y con esa realización la tensión se disuelve, el grupo acepta de mala manera la imposición del aire ‘puro’ por parte del joven ‘déspota’, y todos vuelven a sus conversaciones – todos salvo él, que analiza, que recapacita, que registra, y que aprende.

            Lo que ninguno sabía y sabe es qué tiene todo esto que ver con Martín Lutero King, Jr.

            Todo tiene que ver. Un ser humano en su conducta, en su pensamiento, y en sus emociones, nunca está completamente distanciado de la historia personal que precede al momento de su expresión, y a su vez su historia personal nunca esta completamente alejada de los tiempos en los que se desarrolló ese individuo o de los tiempos e identidades que le precedieron. Todo es todo y todo es cuestión de identidad.

            Nací el 19 de agosto de 1963, apenas ocho días antes de que Martín Lutero King, junior, diera su legendario discurso “Tengo un sueño”, el cuál he incluido con ciertos segmentos resaltados en negrita, para que podáis, vosotros que sois de otros tiempos y de otros lugares, empezad a tratar de comprender a ese muchacho de 16 años tan dispuesto a entregar su vida por lo que aparentaba no ser por un significante principio, pero que era el principio de algo significante:

Tengo un sueño

Por Martín Lutero King, Jr.
Discurso leído en las gradas del Lincoln Memorial durante la histórica Marcha sobre Washington

Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirán contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"

Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipi no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Regresen a Misisipi, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipi! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios todopoderoso, ¡somos libres al fin!"

Washington, DC
28 de agosto de 1963

Casi cinco años más tarde, el 3 de abril de 1968, cuando yo aún tenía cuatro años de edad, Martín Lutero King, Jr. daría su último discurso “He estado en la cima de la montaña” donde presagia su muerte:




Tenemos días difíciles por delante. No es verdaderamente importante lo que ahora ocurre... Algunos han comenzado a […] hablar de amenazas que se perfilan. ¿Qué es lo que me podría ocurrir por parte de uno de nuestros malvados hermanos blancos? … Como todo el mundo, a mí me gustaría vivir mucho tiempo. La longevidad es importante, pero eso es algo que ahora no me preocupa. Yo solo quiero cumplir la voluntad de Dios. ¡Y él me ha autorizado a subir a la montaña! Y he mirado en torno a mí y he visto la tierra prometida. Puede que yo no vaya allí con vosotros. Pero quiero que sepáis esta noche que nosotros llegaremos como pueblo a la tierra prometida. Y estoy muy feliz esta noche. No tengo ningún temor. No tengo miedo de ningún hombre. ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del señor!

Al día siguiente fue asesinado.

            Conforme trato de expresar las emociones y los pensamientos que surgen, que revolotean en mi cabeza como iracundos tiburones hambrientos escrutando un sendero de sangre, me percato de una gran dificultad de expresión, una experiencia bastante infrecuente para mí.

            Recuerdo una vez, hace ya varios años cuando un amigo profesor del departamento de historia antigua de UCSD me preguntó mientras jugábamos al ping pong, en qué consistía la esencia de la identidad afroamericana. Normalmente durante estas sesiones semanales de tenis de mesa que se celebraron, casi sin falta durante unos cinco años, manteníamos conversaciones de la más alta índole intelectual, pero en esta ocasión tuve que hacerme con la pelota para pensar, para dar con una respuesta de debida elocuencia. Dados unos segundos de profundad concentración y sabiendo que hablaba sin autorización pero con autoridad por toda una cultura de tremenda diversidad sociocultural, pronuncié con absoluta certeza, “la violencia del Pasaje Medio”.

            ¿Qué diablos es el Pasaje Medio? El “Middle Passage” o “Pasaje Medio” es una transición física, histórica, social, psicológica, sociológica, que se llevó a cabo durante siglos, que involucra muchas razas y culturas que al principio del tránsito solamente tenían en común el detalle de la cantidad de melanina en su piel y de originar en el África subsahariano, pero que al final iban a compartir una experiencia colectiva que les uniría para siempre, una experiencia de secuestro, de violación, de esclavización, de tortura, de genocidio cultural – de deshumanización, en una palabra, una experiencia que es una parte integrante, representativa, definitoria pero no exclusiva del proceso de la colonización de todas las Américas por parte de las culturas europeas. Todo un pueblo, el pueblo afroamericano, identificado principalmente por haber experimentado, sufrido, pero aún no haber superado, lo que los historiadores han denominado, y muy apropiadamente, el crimen más grande de la humanidad contra sí misma.

            Martín Lutero King Jr., al igual que muchos otros representa la voz de la consciencia de ese intento de superación a una historia que no es historia porque es una realidad, variable quizás en su expresión pero constante en su efecto, de una injusticia que sigue esclavizando a un pueblo con una violencia tan insidiosamente brutal que ha asegurado perpetuar el trauma de deshumanización de una generación a otra. Es una historia que a todos nos concierne, porque es la historia de una realidad presente que el afroamericano, como pueblo sometido, colonizado, comparte con el amerindio, y con todos los pueblos de habla hispana y portuguesa que constituyen America Latina: es la historia de la realidad presente de la violencia en las Américas.

            El racismo, la discriminación racial, es una forma de injusticia, la injusticia es una forma de violencia. El racismo en la sociedad de los EE.UU. no es un problema meramente legal que se representó en la sociedad, sino un problema cultural que encontró representación en las leyes que a su vez dictaminan la estructura socioeconómica del país. La cultura anglosajona, como el resto de las culturas europeas de la época, veían a seres otras razas como subhumanos en la misma manera que la Alemania Nazi lo haría con los judíos durante la segunda guerra mundial. Pero a diferencia de Europa que logró experimentar en su consciencia las consecuencias de tales actitudes con el Holocausto, para la sociedad americana la esclavitud, y su congénere la explotación de la mano de obra ilegal latina, constituían y siguen constituyendo un beneficio imprescindible para un sistema económico que venera el Dios del capitalismo y de la propiedad privada.

            La lucha legislativa por los derechos civiles no alteró esa perspectiva cultural, sólo dio ciertas herramientas para lidiar con ella. La historia de las minorías raciales, o mejor denominadas las minorías étnicas visibles, desde la esclavitud y la desapropiación del indígena hasta las estadísticas socioeconómicas y criminales de la actualidad, validan esta aserción. Pero para poder apreciar la magnitud de esa lucha y hasta qué punto aún sigue un tema de actualidad, hace falta recapitular brevemente la interrelación legal, política, económica, y social del racismo como institución cultural en los EE.UU.

            La primera importación legal de esclavos africanos en 1619 inició una seria de eventos humanos que dejaría cicatrices endebles y vergonzosas en la faz de la sociedad Americana y de su jurisprudencia. La esclavitud creó un sistema de castas según la cual una categoría de seres humanos fue designada como la propiedad legal de otra basado exclusivamente en su herencia racial y étnica. Esta clasificación de discriminación legal por defecto creó, por necesidad, una iniquidad e desigualdad social, educacional, económica y cultural que perdura hasta el presente día. Como resultado, ningún tema ha creado mayor conflicto y controversia, sea social, económico, político, o moral, a lo largo de la historia de los Estados Unidos que el tema de la raza.

            Durante la Convención Constitucional de 1787 que comenzó en Filadelfia el secundo lunes de mayo de ese año, la esclavitud fue legalmente ratificada por la Constitución en una jugada política conocida como el “Gran Compromiso.” Para evitar que los estados esclavistas del sur descarrilaran por completo la empresa constitucional, la esclavitud sería legalmente reconocida en tres provisiones bajo la Constitución: 1) los esclavos se contarían como tres-quintas partes de una persona; 2) los estados del norte serian obligados a devolver esclavos fugitivos; y 3) el Congreso no podría prohibir la importación de esclavos antes de 1808. Así fue como fue concretado, en los cimientos constitucionales de esa nación, el vínculo histórico y legal en América entre la política, la economía, y el racismo.

            A partir de ese momento, la historia de los EE.UU. demuestra que ningún tema ha desafiado más su honor e integridad que el de la esclavitud y su legado: el racismo institucionalizado. Durante la Convención, George Mason, un delegado de Virginia, proféticamente emitió el siguiente aviso:
“Cada amo de esclavos nace un pequeño tirano. Trae consigo el juicio del cielo sobre un país. Tal y como las naciones no pueden ser premiadas o castigadas en el mundo que viene deberán serlo en este. Por una inevitable cadena de causa y efecto la providencia castiga pecados nacionales con  calamidades nacionales.” - George Mason, Agosto.22, 1787[1]

            Es conveniente tener en cuenta que la institución de la esclavitud no solamente consistía en trabajos forzados bajo condiciones inhumanas, sino que conllevaba una serie de procesos deshumanizadores que partían desde la perspectiva que el esclavo era menos que humano – de hecho, solamente tres quintas partes humano. Como tal, y no más que propiedad., el esclavo estaba sometido a la degradación de ver a su esposa e hijas violadas por el amo blanco, y a la disolución de su familia a través de la venta de sus hijos, lo más probable que por beneficio económico. Adicionalmente, e igualmente relevante al argumento presente, el esclavo era desposeído de su identidad a través de la privación de su herencia étnica y lingüística. La perdida del lenguaje de origen fue obligada para prevenir que los esclavos interactuasen con otros que hablaran el mismo idioma. El temor era que la comunicación con otros de la misma etnicidad proveería una fuerza de identidad, un sentido de comunidad y de destino conjunto, y los medios para una coordinación activa que llevaría a la rebelión contra sus amos. Por lo tanto la esclavitud, en su afán de afirmar una población sumisa y desmoralizada, demolió de una vez la identidad étnica y lingüística a la vez que los lazos familiares en el pueblo esclavizado, en el pueblo afroamericano. En sus continuos esfuerzos para prevenir incidentes como los de la Rebelión de Stono del 9 de septiembre de 1739, en el que una multitud de esclavos cerca de Charleston, Carolina del Sur, se rebelaron matando sus amos,[2] y quemando plantaciones, leyes fueron establecidas para prevenir que los esclavos fuesen ensenados a leer o a escribir, promoviendo el analfabetismo y la ignorancia general como un medio de control.

            La aserción de los esclavos como propiedad legal fue afirmada por varias decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos como fue en el Caso del Antílope.[3] El Antílope era un barco de esclavos negros capturado por una patrulla naval de los EE.UU. en la costa de Georgia en 1825. El dueño del Antílope había redado barcos negreros españoles y portugueses y planeaba pasarse por alto el boicot americano de la importación de esclavos impuesto por el  Congreso en 1808. Como resultado, y bajo ley americana, los africanos en el barco negrero eran libres y deberían haber sido devueltos a África. No obstante, puesto que los gobiernos portugueses y españoles pusieron demandas para la recuperación de su propiedad robaba, el Antílope presentaba “demandas en las que los derechos sagrados de la libertad y de la propiedad estaban en conflicto la una con la otra.” El estatus de los esclavos africanos como propiedad prevalecería por encima del de su derecho a la libertad conforme al Presidente del de la Corte Suprema John Marshall, cuya opinión sostuvo que “a pesar de que apenas puede negarse que sea contraria a las leyes de la naturaleza” las cortes federales deben reconocer el derecho de otra nación de participar en el trato de esclavos aunque su propia nación no lo permitiera. Su opinión terminó con: “Lo que sigue, que una nave extranjera que participe en el trato de esclavos africanos, capturada en altamar en tiempos de paz, y por un crucero americano, y traída para adjudicación, será devuelta.[4]

            En 1842 otro caso, el Prigg v. Pennsylvania, vino ante la Corte Suprema que de nuevo involucraría el secuestro de esclavos y que afirmaría los derechos de los dueños a retirar su propiedad, reiterando el estatus menos-que-humano de los esclavos negros. En Prigg v. Pennsylvania, bajo la Presidencia del Juez del Tribunal Supremo Taney, la Corte Suprema dictaminó que ningún estado podría establecer leyes que dificultaran el derecho de un amo a recuperar su propiedad legal, aunque la forma en la que esa propiedad fuese recuperada (secuestro en este caso) fuera ilegal en ese estado o si aunque la esclavitud no fuese permitida en ese estado.[5]

            En 1850, el Congreso pasó el Acta de Esclavos Fugitivos de 1850 como parte del Compromiso de 1850. Era un intento de mantener la unión del país haciendo concesiones a los estados esclavistas. Frederick Douglass, ex-esclavo, escritor, editor y orador abolicionista, diría de esa ley que estaba “diseñada para hacer al Norte complicito con la esclavitud.”  La nueva ley eliminaba el debido ‘proceso legal’ para aquellos Negros acusados de ser fugitivos y aumentaba la penalidad a aquellos que refugiaban y cooperaban con los que buscaban su libertad. “La ley también convertía en un crimen federal que cualquier ciudadano se negara a cooperar con la recaptura de un esclavo fugitivo… y permitía que cualquiera que reclamara a un fugitivo poder ponerle bajo custodia sin una orden, jurado, o audiencia”; consecuentemente, “muchos negros libres fueron secuestrados y vendidos en esclavitud.[6] Efectivamente, lo que el Acta de Esclavos Fugitivos del 1850 hizo fue convertir a la creación de una cultura en la cuál la persecución inhumana de Negros se establecería en una institución legal y en un requisito  deber social.

            Tal vez el dictamen más controversial de la Corte Suprema con respecto a la política y la economía de la raza, uno que dejaría una mancha endeble sobre la legitimidad de la Corte Suprema como entidad capaz de dispensar justicia en cuanto al tema racial, un que mancilló la historia de los EE.UU. y de la premisa Constitucional de libertad y justicia para todos; un caso que se considera la causa indirecta de la Guerra Civil. Estoy hablando del infame caso de 1857 Dred Scott v Sanford.  La decisión de la Corte Suprema fue la de afirmar que ninguna persona Negra, libre o no, era un ciudadano de los EE.UU. y por lo tanto no tenia los derechos de la protección bajo la Constitución. El Presidente de la Corte Suprema Taney además afirmó que los Negros eran “seres de una orden inferior” con “ningún derecho que el hombre Blanco tuviera que respetar.”[7]

            La opinión del Presidente del Tribunal de la Corte Suprema Taney es una opinión que estaba claramente representada en la absolución de todos los oficiales de policía involucrados en el caso de Rodney King en 1992 en Simi Valley, California; veredicto que dejó a millones, sino miles de millones de individuos alrededor del mundo preguntándose,  “¿Cómo era posible que un jurado de doce americanos no condenaran a tan solo uno de los policías involucrados?

            Escenas de la paliza brutal inflingida por numerosos policías Blancos contra el Negro Rodney King. Todos los policías envueltos fuero absueltos por un jurado de Blancos:

Rodney King beating
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            La opinión del Presidente del Tribunal de la Corte Suprema Taney es una opinión que ha sido demasiadas veces repetida a través del toda la historia legal de los EE.UU. y que ha resultado en tales expresiones de desesperación social como fueron vistas en los disturbios raciales de Los Ángeles, siguiendo el Juicio de Rodney King en 1992, y muchos otros de su índole; como los disturbios raciales de mi infancia en 1965 en el barrio de Watts de Los Ángeles donde vivíamos con un hermano de mi padre; de los disturbios raciales de Wilmington, Carolina de Norte. (1898), de Atlanta, Ga. (1906), de Springfield, Ill. (1908), de East St. Louis, Illinois (1917), donde nació y se crió mi padre; de Chicago, Ill. (1919), de Tulsa, Okla. (1921) y de Detroit, Mich. (1943).

            La opinión del Presidente del Tribunal de la Corte Suprema Taney estaba aun presente en el asesinato por parte de Oscar Grant, joven negro desarmado el 1 de enero del 2009 – hace apenas dos años para aquellos escépticos que dudan de la realidad vigente del racismo americano –  por parte de policía Blanca mientras yacía sometido, tumbado y boca abajo, y rodeado de policías en un anden de la BART (sistema de metros del área de San Francisco):

El asesinato a sangre fría de Oscar Grant: Qué pasó la noche del primero de enero de 2009

En la madrugada del día de Año Nuevo teléfonos en Hayward y Oakland sonaron: “Despiértate, despiértate: Algo le pasó a los chicos”. Las llamadas iban de ida y vuelta entre las familias de Oscar Grant de 22 años y sus amigos — familias tan cercanas que todas las mujeres se llamaban “tías”. Los jóvenes habían ido a San Francisco a celebrar. “¿Qué demonios pasó?”
La noticia infernal y fatal vino de prisa. Oscar, su amigo de toda la vida, con que habían jugado a béisbol, ido a camping y nadando, estaba muerto. Baleado en la espalda por el agente de la policía de BART Johannes Mehserle.
El asesinato policial, grabado en videos de móviles, conmocionó a la gente. En su estela, el sistema —la policía, sus abogados, el fiscal del distrito, el gobierno de la ciudad de Oakland, BART y los medios de comunicación— han tejido toda clase de explicaciones: el poli asesino fue un novato poco adiestrado; intentó disparar su pistola eléctrica; estuvo asustado; es un racista solitario; fue un error terrible e inexplicable.
Pero los acontecimientos muestran que estas “explicaciones” son mentiras para cubrir la verdad: el asesinato de Oscar Grant no fue un error o un accidente, fue un asesinato a sangre fría. No fue un acto aislado por un poli canalla; fue la culminación de una orgía de brutalidad por una pandilla entera de polis contra un grupo de jóvenes negros que incluyen el perfil étnico y comentarios racistas, amenazas con armas y pistolas eléctricas, asaltos y la detención ilegal.
El sistema no trató las acciones de los polis como excepciones intolerables a lo que deben hacer; en vez, las instituciones del sistema encubrieron y legitimaron esta violencia y dejaron libres a todos los polis menos uno. Todo esto —y la epidemia nacional de brutalidad y asesinato policial— señala la pura verdad que brutalizar, aterrorizar y asesinar a gente oprimida —especialmente a gente negra— es lo que se supone que la policía haga — no “proteger y servir” pero mantener a la gente abajo.

La noche vieja — preparándose para la supresión

Cerca de las dos de la madrugada, la conductora del tren de BART supuestamente dijo por radio que había una pelea en el tren. No vio a ninguno de los individuos involucrados y muchos cuestionarían qué tan mala fue la pelea: ninguna “víctima” se presentó y ningún testigo identificó a un peleador. Algunos dijeron que esto no pasó de empujones y que rápidamente se dispersó. Todos están de acuerdo: el ambiente dentro del tren lleno de bulliciosos se calmó cuando llegó a la estación de Fruitvale, ubicada en una zona proletaria principalmente negra y latina de Oakland.
El poli de BART Tony Pirone, un ex-infante de marina, estaba en el andén e inmediatamente empezó a dirigir su atención a los jóvenes negros y latinos — aunque no tenía ninguna descripción de alguien en la supuesta “pelea”. Cuando cuatro amigos de Oscar bajan, Pirone dejó ir a tres de ellos pero agarró a uno. Luego, gritando y diciendo groserías, Pirone golpeó la ventanilla del tren y les apuntó su pistola eléctrica a dos jóvenes negros —Oscar y su amigo Michael— y les ordenó bajar del tren.
Tan pronto como Michael y Oscar bajaron del tren, fueron golpeados. Pirone embistió a Michael, le agarró del pelo y tiró su cabeza, bocabajo, sobre el concreto, dejó un gran tajo en su nariz. Los amigos de Michael empezaron a gritar: “¿Por qué estás haciendo eso?” “¿Qué hicimos?” Luego Pirone agarró a Oscar y lo empujó contra un muro. Poco después otros polis vinieron y amenazaron a más jóvenes con sus pistolas eléctricas, gritando palabras racistas a los jóvenes, llamándoles hijueputas.
Cuando otros tres amigos de Oscar bajaron del tren también fueron empujados contra el lado del tren por la agente Marysol Domenici que apuntó una pistola eléctrica a cada uno en medio de los ojos.
Otro clip de video, mostrado por televisión semanas después del asesinato, muestra a Pirone pasando de largo rápidamente a Michael, quien estaba esposado y tendido sobre el suelo, al otro lado del andén hacia Oscar, donde le golpeó fuerte en la cara, lo que hizo que a la fuerza se le echara para atrás la cabeza.
Oscar cayó en una posición sentada y se levantó las manos en un gesto de sumisión. Un video muestra que Pirone luego apuntó su pistola eléctrica a todos los tres jóvenes en frente de él. Aunque ningún medio de comunicación lo ha reportado, el video luego muestra a Mehserle golpeando como tres veces al joven sentado al lado de Oscar y después esposándole las manos. Oscar se puso de rodillas, protestando.
Pirone luego empujó la cara de Oscar sobre el pavimento, y aún amenaza con dispararle la pistola eléctrica. Mehserle se sentó a horcajadas sobre la espalda de Oscar, tirando sus brazos atrás. Pirone le clavó la rodilla en el cuello de Oscar. La gente en el tren empezó a gritar: “Eso no se vale. ¡Déjalo ir!” Los testigos oyeron a Oscar gritar de dolor y decirle a Pirone: “Tengo una hija de cuatro años, no me dispares con la pistola eléctrica”.
Oscar y sus amigos estaban bajo el “control de la policía”, no resistían. El video muestra a Oscar yaciendo bocabajo en el suelo con ambas manos detrás de sí, apenas si se podía mover.
Pero Pirone y Mehserle no pararon, se intensificaron. Pirone dice que oyó a Mehserle decirle: “Tony, lárgate. Hágase para atrás”, una declaración escalofriante que representaba una decisión fría y calculada. Mientras que Pirone ya estaba encima de Oscar, Mehserle sacó su pistola y le disparó a Oscar Grant a corta distancia — en la espalda.

Asesinato a sangre fría, encubrimiento a sangre fría

Los abogados de Mehserle sugirieron que este iba a sacar su pistola eléctrica y que cometió una terrible equivocación, mientras que unos expertos de los medios hacen conjeturas sobre el nerviosismo del agente. Eso es absurdo. La pistola eléctrica “X26” dada a los agentes de BART es de plástico y solo pesa 7 onzas. El Sig Sauer que mató a Grant es de metal y pesa 30 onzas sin municiones — cuatro veces más que la pistola eléctrica y al tacto se siente completamente diferente.
Además, los videos en la estación muestran que ni Mehserle ni los otros policías estaban “bajo estrés”, horrorizados o arrepentidos por haber asesinado a Oscar. Mientras los amigos de Oscar, todavía esposados, gritaban a los policías a que ayudara a Oscar, estos les dijeron que “se cierren la pinche boca” y que si no se callaran, no llamarían una ambulancia. Ninguno de los policías movió ni un dedo para darle los primeros auxilios. En lugar de eso, un video los presenta volteándolo, sacudiéndolo, esposándolo y dejándolo desangrarse en el andén del metro.
Los policías no estaban conmovidos ni confundidos: inmediatamente comenzaron a encubrirlo. Ninguno de los policías llamó por radio para dar parte de lo que había pasado. Pirone le ordenó al conductor del tren que saliera de la estación de BART, con lo se llevó a todos los testigos (en lugar de pedirles nombres y datos). Al salir el tren, Domenici corrió tras la gente, amenazándole e intentando coger sus teléfonos y cámaras.
Después del incidente, cinco de los amigos de Oscar estuvieron detenidos en la comisaría de BART por más de seis horas. Fuentes cercanas a las familias dicen que los jóvenes oyeron a la policía de BART riendo y diciendo “esta noche agarramos a uno bueno”.
Todo esto señala la realidad de que tal brutalidad es de RUTINA para estos cerdos, que incluye el posterior encubrimiento y que matar a una persona puede ser motivo de risa y celebración.
¿Y qué de los “superiores”, los mandos de BART, el gobierno de la ciudad de Oakland, las cortes? Los mandos de BART expresan pena por el asesinato, pero sus propias “investigaciones” no hicieron recomendaciones, no han reprendido a ninguno de los policías y sostienen que no hay ningún video de vigilancia de lo que pasó, a pesar del hecho que todas las estaciones y trenes de BART tienen cámaras. El jefe de la policía de BART Gee escribió un memo a sus tropas, explicándoles cómo pueden mandar dinero a Mehserle mientras está en cárcel.
El fiscal del distrito de Oakland no detuvo a Mehserle por casi dos semanas (y lo hizo solo porque la gente se rebeló); Pirone —quien inició la brutalidad que resultó en homicidio y podría ser acusado del delito grave de homicidio— todavía no ha sido detenido. Ni los otros agentes de policía. Y en su primer sumario de “procesamiento”, el fiscal del distrito reitera la versión de sucesos según los policías y repite la declaración de Pirone de que Mehserle pensaba que Oscar trataba de alcanzar su cinturón (o posiblemente su pistola). Oscar Grant no tenía arma.
Las autoridades y los medios han tratado como si fuera normal, nada importante, toda la violencia de la policía antes del asesinato de Oscar. Y en este sistema, la violencia de la policía SÍ ES de rutina y del sistema. Por ejemplo, Oscar y sus amigos: “Estos jóvenes están acostumbrados a ser abordados por la policía”, dice una de las tías, “ha estado pasando desde que tenían trece años”. (Otra madre le enseñó a Revolución unas fotos de las heridas que recibió su hijo después de una golpiza por la policía de Hayward unos años antes, que le rompió los dientes: tuvo que ser tratado en el hospital y también por unas quemaduras de una pistola eléctrica en la espalda.)
Este sistema está mostrando que hará todo lo que pueda para proteger la capacidad de su policía a brutalizar, aterrorizar y matar al pueblo. ¡Ya basta!
Es muy necesario continuar e intensificar las protestas y la investigación periodística independiente del asesinato y el encubrimiento. No podemos permitir este tipo de asesinato descarado sea algo de rutina, justificado ni tolerado.
El 22 de marzo, Libros Revolución y el Club Revolución del Área de la Bahía de San Francisco presentaron un tribunal del pueblo sobre el asesinato de Oscar Grant y la epidemia nacional de la brutalidad policial que juzgó al asesino de Oscar Grant y “todo el maldito sistema”.
El día 23 de marzo es la audiencia preliminar de Mehserle.
Estos dos días son importantes momentos en esta batalla y al cierre de esta edición, se espera una presencia multitudinaria para los dos días.
[Enlaces a videos de los acontecimientos antes del asesinato de Oscar Grant y del propio asesinato están en http://www.ktvu.com/news/18426590/detail.html]

Dos grabaciones en vivo del acontecimiento:

 
http://www.youtube.com/watch?v=bmJukcFzEX4


Y para escenas de protestas cívicas y disturbios en la ciudad de Oakland:



¿Y el castigo al policía en el caso del asesinato de Oscar Grant? Dos años de prisión por ‘homicidio involuntario’.[8] Nada nuevo, nada que no concuerde con el dictamen del Presidente del Tribunal de la Corte Suprema Taney.

            El Juez Taney también dictaminó que el Congreso no tenía el derecho de prohibir la esclavitud en territorios de los EE.UU. Su dictamen en Dred Scott tuvo el efecto de dejar a los Negros sin esperanza de defenderse contra su estatus de esclavos en las cortes estatales o federales. La opinión de Taney había nacionalizado la esclavitud al aseverar los derechos de los Blancos propietarios de esclavos podrían traer sus pertenencias subhumanas a estados libres sin temer desafíos a su propiedad, y también al permitir que los nuevo territorios aplicaran por estadidad e integraran la esclavitud en sus Constituciones.[9] 

            Incluso antes del dictamen de Dred Scott Hezekiah Ford Douglass un afroamericano libre durante su larga alocución en  Cleveland, Ohio el 27 de agosto de 1854, hizo los siguientes comentarios como parte de su discurso contra la emigración durante la convención:
Cuando me acuerdo de las muchas injusticias que han sido inflingidas contra mi raza desafortunada, apenas puedo darme cuenta de que este sea mi país. No lo debo lealtad porque se niega a protegerme. Es una máxima en Gobiernos, “Que cada individuo debe lealtad en la medida que se le otorga protección.” … Cuando me acuerdo que desde Maine hasta Georgia, desde las olas del Atlántico hasta la costa del Pacifico, soy un extranjero y un paria, desprotegido por la ley, proscrito y perseguido por perjuicios crueles, estoy dispuesto a olvidarme del entrañable nombre de patria y hogar, y en exilio involuntario buscar en otras costas aquella libertad que se me ha negado en la tierra de mi nacimiento.[10]

Aunque un individuo de descendencia Africana haya llegado al apogeo del poder en los EE.UU. al ocupar el puesto de Presidencia de la Casa – un edificio construido al menos en parte por mano de obra esclava Negra[11] – los comentarios de H. Ford Douglass resuenan tan claramente en la mayoría sino en casi todas las mentes y corazones de los afroamericanos de hoy en día como lo hacían hace 150 años. Mientras que resulte difícil hoy en día para muchas personas del mundo, o para la mayoría Blanca de los EE.UU., o incluso para otras minorías étnicas en los EE.UU. entender mucho menos aceptar semejante declaración, una simple referencia a las estadísticas nacionales que muestran que las tasas de encarcelamiento de Negros es de un 397% más alto (o sea, cinco veces más) que la de los Blancos debería abrir mentes y cambiar percepciones de la realidad.
           
            El punto que el lector debería tener en cuenta es que si esas tasas de encarcelamiento tan elevadas reflejan a) o una mayor atención policial, persecución fiscal, y acción judicial por el sistema jurídico contra los Negros a nivel nacional; b) o un índice más elevado de conducta criminal inherente a la cultura Negra; o c) una combinación de ambas, la causa original sería la misma: circunstancias sociales y económicas forjadas y fomentadas por determinaciones legales incesantes a lo largo de la historia del país, de la cual el dictamen de Dred Scott es apenas uno.

            El dictamen de Dred Scott se hizo central a la política americana entre el 1857 y el 1861.[12] Es un ejemplo de cómo decisiones jurídicas pueden tener un gran impacto social en un país y por qué en particular las decisión de la Corte Suprema no pueden separarse de cualquier forma razonablemente consciente del contexto social e histórico en el cual han tomado lugar. La disposición de Dred Scott no solamente estableció las bases legales para perpetuar y nacionalizar la esclavitud, sino que fue tremendamente instrumental en provocar la Guerra Civil Americana,[13] un enfrentamiento brutal en el en el cual 600,000 vidas americanas fueron perdidas. Dred Scott  es también un ejemplo claro y presente de cómo la jurisprudencia Americana, con respecto a temas raciales, establecido el patrón inequívoco de tomar decisiones a corto plazo con implicaciones a largo plazo que separan y distinguen la ley y el orden de la moralidad y la justicia

            A pesar de que el caso de Dred Scott y su relación con la esclavitud fueron el enfoque primario de siete debates presidenciales entre el Senador Douglas y Abraham Lincoln en 1860, es importante tener en cuenta que la abolición de la esclavitud no implicó la igualdad entre las razas, un punto que tiene que quedar entendido y sobre el cual el mismo Abraham Lincoln hizo una clara distinción cuando en 1858 dijo que,
Diré que no estoy, ni nunca he estado en favor de ninguna manera de la igualdad social y política entre las razas blancas y negras, [aplauso] – que no estoy a favor de hacer votantes o miembros de jurado de los negros, ni de cualificarlos para que ejercen cargos políticos, ni para que se casen con gente blanca; y diré además que hay una diferencia física entre las razas blancas y negras que creo que siempre las prohibirá para que vivan juntas en términos de igualdad social y política. Y en la medida en la que no puedan vivir así, mientras que permanezcan juntos tendrá que haber la posición de superior a inferior, y yo tanto como cualquier otro hombre estoy a favor de tener la posición superior para la raza blanca. Digo en esta ocasión que no percibo que porque el hombre blanco tenga la posición superior que el negro sea denegado todo.... muy francamente no estoy a favor de la ciudadanía del negro.[14]
           
            Por lo tanto, el futuro Presidente de los Estados Unidos que sería responsable por la Proclamación de la Emancipación del 1 de enero, 1863, y que con tanta vehemencia ataco el dictamen del Juez Taney en Dred Scott, estaba en completo acuerdo con la opinión del Presidente del Tribunal Supremo en cuanto a la falta de negarle la ciudadanía a los ‘negros’.  Es más, solamente era el temor de que el extender la esclavitud a los Territorios desharía la Unión lo que le distinguía de su oponente el Senador Douglas.

            Hay otras dimensiones en las que Dred Scott debe ser interpretado. De una forma similar a la que los judíos fueron las victimas de una campaña de deshumanización durante la Alemania de Hitler, los negros fueron deshumanizados a través de hasta argumentos biológicos y religiosos para justificar el horrible e inhumano trato de la esclavitud: seres humanos no pueden efectuar tales tratamientos sobre otros seres humanos. El dictamen de Dred Scott refleja un veneno profundamente establecido en los EE.UU. que ha privado de “Vida, Libertad, y la Búsqueda de la Felicidad” a millones hasta la fecha. Es importante reconocer el papel que la Corte más Alta del país, la Corte Suprema, desempeñó en este asunto, ya que no solamente convirtió a todos los perjuicios deshumanizantes en la ley oficial del país, pero también equiparó legalmente – por primera vez en la historia – al estatus de esclavo, a la esclavitud, con una raza de seres humanos.
           
            Incluso tales proponentes anti-esclavistas como Abraham Lincoln fueron infectados por la perspectiva de sus tiempos según la cual los Negros eran inherentemente inferiores a los Blancos – aunque según él esa inferioridad no merecía la esclavitud. Y si las personas mismas eran inferiores y no ameritaban igualdad de trato ante la ley, entonces todo lo que fuese producido por esas personas – como la cultura, lenguaje, y todos los aspectos de su herencia étnica – son igualmente indignos de protección legal. Esta campana de denigración sistemática de todo lo negro no solamente se convirtió en parte de la cultura oficial de mucho de los EE.UU., afectando la percepción Blanca de los Negros, pero también tuvo un impacto tremendo en los Negros mismos, creando conflictos internos en los cuales oscuridad de la piel, tipo de cabello, rasgos faciales como los labios gruesos son con frecuencia valorados con las perspectivas estéticas racistas de la supremacía Blanca. Se ha argumentado que el punto hasta el cual los Negros mismos han sido victimas de la propaganda deshumanizante y menospreciante de los supremacistas Blancos se refleja claramente en el uso de la “palabra ‘n’” entre los mismos Negros, siendo la única minoría étnica que se refiere a sí mismas empleando el mismo despectivo y humillante termino empleado para ellos por parte de la mayoría racista. Incluso si el es estatus de “apartes pero iguales” confiriera una perfecta igualdad de circunstancias y de condición, el designar legalmente, oficialmente, a un grupo de personas indignas de mezclarse libremente con otra es internamente degradante.

[Fin de la Primera Parte.]
        


[1] FUENTE: George Mason University, Mercer Library Newsletter, Vol. 2, Number 11 | Sept/Oct 2006
[2] SOURCE: Civil Rights Chronicle: The African-American Struggle for Freedom, Clayborne Carson et al, 2003, p. 14.
[3] SOURCE: Federal Judicial Center, www.fjc.gov, Teaching Judicial History: Federal Trials and Great Debates in United States History, http://www.fjc.gov/history/amistad.nsf/autoframe?openform&header=/history/amistad.nsf/page/header&nav=/history/amistad.nsf/page/nav_legal&content=/history/amistad.nsf/page/legal_issues
[4] The Antelope, 23 U.S. 10 Wheat. 66 66 (1825)
[5] SOURCE: Civil Rights Chronicle: The African-American Struggle for Freedom, Clayborne Carson et al, 2003, p. 22.
[6] SOURCE: Civil Rights Chronicle: The African-American Struggle for Freedom, Clayborne Carson et al, 2003, p. 27.
[7] Dred Scott v. Sandford 60 U.S. 393 (1857),
[8] http://articles.sfgate.com/2010-11-06/news/24817648_1_johannes-mehserle-officer-sentencing-verdict-oscar-grant-oakland-bart
[9] SOURCE: The History of the Supreme Court, by Peter Irons, (Lecture 8) The Teaching Company 2003.
[10] SOURCE: National Humanities Center Resource Toolbox, The Making of African American Identity: Vol. I, 1500-1865. Emigration & Colonization: The Debate among African Americans, 1780s-1860s.
[11] SOURCE: The White House's History of Slave Labor in the CBS Evening News: Records Show Slaves Helped Build The Presidential Mansion. WASHINGTON, Dec. 10, 2008.
[12] SOURCE: The History of the Supreme Court, by Peter Irons, (Lecture 8) The Teaching Company 2003.
[13] SOURCE: Columbia Journal of Transnational Law, Dred Scott and International Law, p. 782, Janis Print Version.doc, May 20, 2005.
[14] Lincoln's Fourth Debate with Douglas at Charleston, Illinois, September 18, 1858.